(Escrito en Septiembre 2010)
Enhorabuena a la S.E. de Fútbol por haber encontrado el camino hacia el éxito, ya solo falta que tanto los políticos como los ciudadanos, reflexionemos para darnos cuenta que también en la forma de hacer política y de administrar el Estado existe un camino para llevar a nuestro país al éxito:
La Conciencia es esa vocecita, clara, tranquila, pacifica e inequivoca, innata en el ser humano, que habita en nuestro interior y que nos proporciona el sentido de la equidad y de la justicia, del bien y del mal, de lo verdadero y lo falso. Este don de nacimiento, en un sentido moral, es como una luz interior que tiene valor universal, es decir prevalece en los humanos independientemente al tipo de creencia, cultura, o religión. Cuando la gente se esfuerza en vivir de acuerdo a su conciencia, el resultado es la integridad y la serenidad. Una persona de “conciencia recta” nunca comete actos socialmente reprobables.
El gran filósofo alemán Immanuel Kant dijo: “Cuanto más a menudo y más constantemente reflexionamos, los cielos estrellados arriba y la ley moral (conciencia) dentro de nosotros, nos embargan el alma de una admiración y un respeto siempre renovados y siempre en aumento”.
La Conciencia es sacrificio, es subordinar el propio yo o el propio ego a un propósito, a una causa o a un principio superior.
El ego es tirano, déspota y dictador y se centra en su propia supervivencia, en su propio placer y en la propia mejora sin tener en cuenta a los demás. Su ambición es egoísta, contempla las relaciones en función de que supongan o no una amenaza; al igual que los niños pequeños, clasifican a las personas en “buenos y malos”. El ego actúa ante las verdaderas crisis, pero no tiene criterios para determinar ni sus amenazas ni su gravedad.
El ego no descansa, lo controla todo, cuando se siente amenazado por la crítica negativa no duda en castigar al mensajero. Interpreta todos los datos en función de su supervivencia, censura información constantemente y niega gran parte de la realidad. Las personas gobernadas por el ego, pueden fingir o simular amabilidad y empatia; de vez en cuando, utilizarán formas sutiles de manipulación e incluso llegarán a comportarse de forma amable pero siempre dictatorial.
El ego es tirano, déspota y dictador y se centra en su propia supervivencia, en su propio placer y en la propia mejora sin tener en cuenta a los demás. Su ambición es egoísta, contempla las relaciones en función de que supongan o no una amenaza; al igual que los niños pequeños, clasifican a las personas en “buenos y malos”. El ego actúa ante las verdaderas crisis, pero no tiene criterios para determinar ni sus amenazas ni su gravedad.
El ego no descansa, lo controla todo, cuando se siente amenazado por la crítica negativa no duda en castigar al mensajero. Interpreta todos los datos en función de su supervivencia, censura información constantemente y niega gran parte de la realidad. Las personas gobernadas por el ego, pueden fingir o simular amabilidad y empatia; de vez en cuando, utilizarán formas sutiles de manipulación e incluso llegarán a comportarse de forma amable pero siempre dictatorial.
La Conciencia nos enseña que los fines y los medios son de la misma naturaleza. De nuevo Kant dijo: “Que los medios empleados para lograr los fines son tan importantes como los fines mismos”.
Por el contrario, Maquiavelo nos dejo aquello de: “Los fines siempre justifican los medios”.
Cuando el liderazgo no está controlado por la Conciencia, éste no perdurará y las instituciones creadas por él tampoco, dado que la autoridad oficial no tiene solidez sino existe autoridad moral.
Aconsejo repasar las biografías de grandes personajes de la Historia como Gandhi, Hitler, Teresa de Calcuta o Mandela para saber si su interior estaba gobernado por su ego o por su Conciencia. Aunque quizás no sea necesario ir tan lejos para encontrar ejemplos válidos.
Cuando escribía estas líneas y recordando el lema de “lo que es y no es políticamente correcto”, me ha venido a la memoria la historia relatada en aquel cuento para niños de titulo “el traje mágico del rey”. En esta historia, los estafadores hacen creer un bulo por toda la comarca: "Para poder valorar las bondades de los tejidos con los que estaban confeccionados los nuevos trajes del gobernante, había que tener un determinado nivel de inteligencia"; con lo cual todo el pueblo alababa las maravillas de los trajes. Hasta que un día, mientras el rey paseaba por la plaza principal, una niña libre de prejuicios grito: ¡el rey está paseando desnudo! y con ello se les acabo a los Miserables su historia.
Saludos Cordiales amigos.
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